#483 Juego trepidante para EF
Si crees que un juego divertido basta para que tus alumnos aprendan… tengo malas noticias: la diversión sin propósito es humo. En esta ocasión te cuento cómo un juego tan explosivo como La Conquista de los Castillos puede ser oro puro en tus clases… solo si sabes usarlo con intención.
La diferencia entre un docente y un “monitor de hotel” está en una sola decisión: primero el objetivo, después el juego. Cuando defines qué quieres desarrollar — toma de decisiones, táctica, análisis, coordinación estratégica — el mismo juego se convierte en una herramienta brutal para lograrlo.
Si no lo haces, tus alumnos correrán, reirán… y no aprenderán nada.
Pero si lo haces bien, cada partida será una lección.
Este artículo te muestra cómo transformar juegos trepidantes en auténticas máquinas de aprendizaje. Y no exagero.
Transcripción del video:
Muy buenas, te voy a contar un juego increíble que es trepidante, que es emocionante, que lo ves y raro sería que no te estés imaginando ya la cara de los chavales cuando estén jugando: de tus alumnos, de la risa, la participación, la energía. En fin, es un juego de estos que cuando tú lo pones en práctica, lo lógico, lo normal, es que funcione porque funciona en un montón de contextos.
Es más, es probable que cuando los chavales lo jueguen, lo normal sería que te pidan un poco más de este juego. Así que te voy a contar en qué consiste el juego de la Conquista de los Castillos.
Cómo se organiza el juego
Fíjate, el juego de la Conquista de los Castillos básicamente consiste, si tú tienes una pista, en dividir a los alumnos en dos equipos. Vamos a imaginar que aquí tenemos un equipo rojo.
Cada equipo tiene una mitad de campo para sí, y estos equipos tienen unos castillos que proteger. Vamos a imaginar que los castillos son estos amarillos. Podemos poner tres castillos, podemos poner cuatro, cinco, da igual. Entonces ellos tienen tres castillos, se reúnen, deciden dónde ponerlos y los colocan donde consideren que los tienen que poner para dificultar el acceso al equipo contrario.
Objetivo del juego
¿Cómo consigue el equipo azul estos castillos? Para conseguirlos, que ese es su objetivo y si lo consigue, gana el juego, debe entrar en la zona rival, coger un castillo y traérselo a su campo.
¿Qué ocurre aquí? Si un participante azul entra en esta zona rectangular, los del equipo rojo pueden ir a cazarlo, pueden ir a cogerlo, lo pueden capturar. Cada equipo tendrá una cárcel donde lleva a los jugadores capturados. Este equipo tiene una cárcel aquí, y el otro equipo tiene otra, o a mí me gusta también llamarla mazmorra, para seguir con el tema de los castillos. Personalmente utilizaba esta actividad dentro de un contexto narrativo un poco más amplio, pero no entremos en eso.
Conquista los castillos, mazmorra, cárcel, llámale como quieras. Esas serían las reglas del juego.
Cómo liberar a los compañeros
¿Cómo hago para salvar a un jugador que esté en la cárcel? Cuando entra en el campo, tiene la opción de ir por un castillo o tiene la opción de chocar la mano al que está en la cárcel, y entonces sale libre. Otra opción sería colocar la cárcel en otro sitio; estas son variantes que cada uno puede explorar.
La cuestión es que, si uno de los azules coge un castillo, ¿qué hace con él? Lo pone en su zona. Este equipo tiene cuatro castillos y el otro dos, pero el equipo rojo puede entrar y volver a coger el castillo que tenía antes y colocarlo en su zona. Al final, gana el juego aquel que consigue dejar al equipo contrario sin castillo.
Reflexión sobre el aprendizaje
Podemos pensar que este juego está genial, y realmente lo está, pero surge una pregunta incómoda: ¿me quedo con este juego así, sin más? O la pregunta es: ¿qué están aprendiendo con este juego?
Cualquiera puede pensar que están trabajando la coordinación, que trabajan en equipo, que desarrollan pensamiento táctico, y muchas otras cosas. Todo eso es verdad, pero si no tenemos una respuesta clara al objetivo por el cual estamos utilizando esta actividad, podemos caer en jugar por jugar, en hacer actividades interesantes que los chavales disfrutan, pero que pueden carecer de intención pedagógica.
Como docentes de educación física, no somos monitores de hotel de verano; con todos los respetos, son actividades diferentes. En un campamento se busca la diversión por la diversión, pero en educación hay un marco legislativo, el currículum, que nos obliga a buscar aprendizajes. Es muy importante tener claro cuál es el objetivo que buscamos cuando ponemos en práctica este juego o cualquier otro.
Diferencia entre diversión y aprendizaje
Muchos juegos son muy divertidos, pero pueden estar vacíos de intención pedagógica. Es fácil confundir diversión con educación. Es muy fácil ver a los alumnos contentos, activos, participando y pensar: “perfecto, trabajo hecho”. Pero, ¿qué han aprendido realmente? ¿Qué competencias han desarrollado? ¿O solo han pasado unos minutos corriendo y riéndose?
No estoy diciendo que la diversión esté mal, ni que los alumnos no puedan disfrutar, todo lo contrario. Lo que digo es que la diversión no puede ser el objetivo final. La diversión es el vehículo, es lo que ayuda a llegar al aprendizaje, pero tiene que llevarnos a algún lugar. Los juegos solo tienen sentido cuando tienen un propósito, cuando ayudan a alcanzar el objetivo educativo que tú te hayas propuesto.
Ejemplo: mismo juego, distintos propósitos
Podemos utilizar el mismo juego, la misma actividad, la misma situación motriz, pero con propósitos diferentes. Esto es lo que debe dominar un docente de educación física: no dejarse llevar solo por la alegría, la diversión, las carreras o la risa. El faro verdadero tiene que ser la educación, siempre sin excepciones.
Imagina que usamos el mismo juego de la Conquista de los Castillos. Llegamos al patio, explicamos las reglas, dividimos equipos y empezamos a jugar. Los alumnos corren, se divierten, hay ganadores y perdedores. Suena el timbre y se acaba la clase. ¿Qué han aprendido? Difícil, ¿verdad? Podemos decir que han coordinado, que han hecho muchas cosas, pero cuando intentamos trabajarlo todo, en realidad estamos trabajando nada.
Ejemplo de objetivo educativo claro
Ahora imagina que nuestro objetivo es trabajar la toma de decisiones tácticas y la adaptación estratégica en situaciones de superioridad e inferioridad numérica. En ese caso, los alumnos deben desarrollar capacidad de análisis táctico y toma de decisiones.
Para lograr esto, podemos modificar el juego: usar superioridad numérica, por ejemplo tres contra dos o cuatro contra dos, y observar qué estrategias aplican. Además, podemos hacer pausas estratégicas para reflexionar:
- “¿Por qué decidisteis atacar ese castillo y no otro?”
- “¿Cómo adaptasteis vuestra estrategia cuando erais menos?”
- “¿Qué patrones tácticos habéis identificado?”
Mismo juego, misma diversión, misma participación, pero con un objetivo claro: educación con propósito.
Aplicación a cualquier juego
Esto es aplicable a cualquier juego. No estoy en contra de los juegos divertidos; lo que me preocupa son los juegos vacíos, no divertidos. Juegos divertidos y apasionantes existen de todo tipo: cooperativos, competitivos, de persecución, de estrategia, tradicionales, alternativos…
Lo importante es tener claro el propósito educativo y, a partir de ahí, buscar el juego que realmente nos ayude a alcanzarlo.
El orden importa: primero el objetivo, luego la herramienta. Nunca al revés. Primero el objetivo, después la actividad. Una actividad sin objetivo claro no sirve o no sirve tanto como podría. Si quieres calzarle un objetivo a una actividad que no lo tiene, es probable que termines haciendo juegos por hacer, convirtiéndote en un monitor que no pasa nada porque lo hagas una vez o dos. El problema real surge cuando esto se hace de forma continua en la docencia.
Conclusión
Puede que un día llegues a dar clases y decidas hacer un juego solo porque estás saturado, y no pasa nada. Son casos puntuales, no la norma. Pero si miramos un año entero de tu docencia, ahí el propósito es clave.
Por eso, primero objetivo, segundo actividad. Una actividad sin propósito es vacía y debemos tener cuidado con esto.
El juego de la Conquista de los Castillos funciona muy bien, puedes probarlo y hay muchas variantes interesantes. Lo más importante es que cualquier actividad tenga un objetivo educativo claro. El orden ideal siempre es: primero me planteo un objetivo, después decido qué actividad o herramienta utilizar.
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