#339 Dos «secretos» sobre la evaluación
Las cosas no suceden por arte de magia.
Escuchado en un bar.
Ayer, me llegó un correo de Lucy que me decía:
¡Muchísimas gracias Kisco! Es un placer escucharte, seguridad y claridad en todo momento.
A ver, cómo te cuento dos secretos…
El primer secreto:
La persona a la que se refiere Lucy se tiró 10 años (o más) en los que odiaba el tema de la evaluación.
¿Por qué?
Porque cuando le pedían explicaciones sobre la calificación algún familiar o le pedían algún informe o tenía que dar explicaciones en las sesiones de evaluación…
siempre terminaba diciendo tonterías generalidades.
Has leído bien: sólo decía tonterías generalidades delante de padres, madres, tutores…
Pero sé de buena tinta que se hartó. Le costó darse cuenta, pero se hartó.
Se hartó tanto que le salió su vena friki y se obsesionó con solucionar aquello.
No es por nada, sino porque le quedaban +25 años dando clases y me dijo que no le apetecía pasarse +25 años en esa situación.
Fíjate si es friki, que con el tiempo terminó publicando artículos científicos sobre evaluación en algunas de las revistas científicas más prestigiosas del mundo.
Esto no lo suele contar porque no le gusta presumir, pero te lo digo yo para que veas el nivel de frikismo al que llegó.
Y ahora te voy a contar el segundo secreto:
La persona que temblaba como un flan recién volcado en un plato y la persona que hablaba en la clase en directo el otro día…
…es la misma.
O sea, yo.
Es decir, que tienes delante de ti, todo un friki de la evaluación.
¿Ehhh, qué pasa?
Cada uno es como es.
Pero tampoco te confundas con eso de los estudios científicos.
Porque no fue hasta que conseguí que encajaran todas las piezas de mi día a día que di el paso al mundo de la investigación (y casi sin querer y por casualidad).
¿Y sabes una cosa?
Tuve que desaprender (mucho).
Desaprender porque para mi la evaluación era una madeja llena de nudos por todos sitios.
Entonces, tuve que aprender a quitar esos nudos.
Desaprender.
Y descubrí que a más simple hacía la evaluación mejor me sentía.
Más tranquilo.
Más claridad.
Mejores explicaciones daba.
Mayor seguridad.
Más respetado me sentía.
Más justo me percibía a la hora de calificar…
E incluso tengo la osadía de contárselo a otros profesionales y que me digan: «Es un placer escucharte, seguridad y claridad en todo momento».
No siempre fue así.
Lo bueno es esto: si yo pude después de 10 años siendo un paquete… ¿Por qué tú no?
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