#433. ¿Tu programación educa o solo justifica tu sueldo?
¿Y si el problema de tu programación no es el formato, ni la plantilla, ni la LOMLOE… sino que estás programando para quien no debes?
Programar da, cuanto menos, pereza. Mucha gente ve que tiene que hacerla como un mal menor, para cumplir… pero que no tiene apenas utilidad. Sin embargo, según estudios científicos, es una de las herramientas más poderosas que tienes a tu alcance para transformar tu docencia.
Verás.
Uno de los mayores errores a la hora de programar no es escribir objetivos absurdos, inalcanzables, ambiguos. Tampoco lo es utilizar una plantilla precocinada y recalentada. Tampoco copiar una del año pasado y cambiarle la portada. Es programar para otros.
Sí. Para otros. No para ti. Para otros. Y esos «otros» no son tus estudiantes y puedes llamarlos jefe de estudio, director, inspector, administración.
En este podcast profundizaremos en eso y en cómo solucionarlo gracias a un truco super simple que te puede cambiar la forma, no solo de cómo programas, sino también de cómo das clases.
Sé que suena exagerado. Soy consciente. Pero me arriesgo.
Te comento brevemente qué vamos a ver:
- Breve historia basada en hechos reales (raro sería que no te sientas reflejado).
- Truco, que más que truco es marco mental.
- Pero… ¿hay que ajustarse a normativa?
- Ejercicio sencillo en 3 pasos para programar.
Vamos allá.
Historia basada en hechos reales
Te cuento una historia rápida basada en hechos reales.
Antonio es docente de cualquier centro educativo. Da igual.
¿Qué pasa?
Que cada septiembre, lo mismo: programación didáctica.
Objetivos, competencias, criterios de evaluación, modelos pedagógicos, evaluación formativa, medidas DUA de atención a la diversidad…
Mucho tiempo escribiendo lo que se supone que debe escribir.
Y cada año, la misma sensación:
“Nadie va a leerse esto. Yo mismo no voy a volver a mirarlo. ¿Para qué sirve?”
Y eso cansa.
Mucho.
Tanto que prefiere coger una programación de otro año, cambiarle la portada y listo. Y una burrocracia menos que hacer.
Total a Antonio lo que le gusta es dar clases.
¿Qué le está pasando a Antonio y a cualquier persona?
Que cuando haces tu programación para otras personas, lógicamente, a ti ni te va ni te viene.
No te afecta.
Bueno sí, lo ves como una losa. Algo que quiere otro pero que tú no. Y encima tienes que hacerlo.
Es como si eres vegano y tienes que cocinar un plato carne. O al revés.
Y si esto te pasa, es probable, que no sea culpa tuya porque nadie te ha enseñado a hacerla de otro modo.
La cosa es que algo en Antonio hizo click, hablando en una conversación informal, con alguien que no era docente.
¿Por qué?
Porque en muchos lugares no te obligan a programar. Y la gente programa. ¿Acaso a la gente le gusta desperdiciar su tiempo? ¿O es que quizás programar tiene alguna utilidad más allá de cumplir con el trámite?
Veamos de qué se trata.
El truco, que no es truco, sino marco mental.
El truco es este:
Cuando te sientes a programar, deja de pensar en todo y todos.
Sobre todo deja de pensar en la jefa de estudios, en el director, en el inspector, en la administración… deja de pensar en todo eso y céntrate en ti y en tus alumnos.
Se acabó.
Es una idea simple. Pero compleja.
Hazte esta pregunta:
¿Cómo puedo ayudar a mis alumnos a pasar del punto A al punto B?
¿Qué es el punto A?
Dónde están.
Y el punto B: dónde quieres que lleguen.
Lógicamente el punto B tiene que ser «mejor» que el punto A.
Puede ser que tengan una herramienta para poder parar cuando lo necesiten como el yoga o el midfullnes.
O quizás sea que comprendan la táctica de algún deporte para que les apetezca utilizarlos en su tiempo de ocio libre.
Pudiera ser que le enseñes a usar Strava con diferentes planteamientos didácticos y formar un «club» para animarlos a pasear o hacer running.
Quizás prefieras enseñar algo de ritmo a través de la percusión corporal.
O diseñar un planteamiento gamificado para que sepan leer mapas y orientarse.
O enseñarles a hacer pump truck en educación física o soporte vital básico (reanimación cardiopulmonar) o stacking o loquesea.
Da igual.
El punto B es eso: un lugar al que llegan gracias a ti. Un punto nuevo en el que han aprendido algo que les puede ser de utilidad para su día a día.
Esa es la idea.
Y aquí es donde te tienes que hacer la pregunta:
¿Cómo puedo ayudar a mis alumnos a pasar del punto A al punto B?
Porque la idea es que sin ti, probablemente no lleguen a B.
Tienes la oportunidad de coger a tus alumnos de la mano y hacerles que pasen el puente. Que vean otras cosas. Que tengan más herramientas.
Es aquí cuando entra en juego tu labor como docente.
Y entonces, tu programación… es el camino a transitar para llegar de A a B.
Así de simple.
Tú no programas para demostrar todo lo que sabes. Ni para satisfacer al inspector, ni al director, ni al jefe de estudios, no. Tú programas para ayudar a tus estudiantes (y de paso a ti mismo, porque darle sentido a tu labor profesional es ayudarse a uno mismo).
Tú programas para servir. No para cumplir (entiéndeme, tú harás lo que quieras que para eso eres mayor).
Tienes que programar para ayudar, para guiar, para liderar.
Liderar no es controlar, ni amenazar.
Liderar es guiar, es acompañar, es darle herramientas a los estudiantes para que puedan ser libres.
Y tener este marco de pensamiento a la hora de llevar a cabo una programación lo cambia todo.
Porque entonces dejas de escribir pensando en las musarañas (y administración) para centrarte en lo que realmente conecta con la esencia de lo que es un buen docente. Que no es otra cosa que intentar ayudar a tus estudiantes.
Ya sea que no saben trabajar en equipo y necesitas implementar el modelo de aprendizaje cooperativo o en cómo ayudar a un alumno a mejorar su condición física y salud utilizando el parque público de calistenia.
Entonces, la programación deja de ser una losa.
Y se convierte en una herramienta pedagógica real.
Respaldo científico
¿Y esto es charlatanería, una opinión mía, una intuición o es algo más?
Podría ser. Pero no lo es.
Porque todo esto está respaldado por estudios científicos.
Estudios como el del investigador John Hattie, en su obra Visible Learning, donde analizó más de 800 metaanálisis sobre educación.
Uno de sus hallazgos más claros es este:
“Los alumnos progresan más cuando tienen claros sus objetivos y reciben retroalimentación continua».
¿Te suena?
Eso es, exactamente, lo que debería hacer tu programación:
Tener claridad sobre adónde se quiere llegar.
Tener claridad sobre ese punto B al que quieres dirigir a tu grupo clase.
Y planificar cómo acompañarlos hasta llegar allí.
Hattie le llama claridad instructiva.
Yo lo llamo sentido común.
Y eso es imposible tenerlo si programas para cubrir expediente. Si programas pensando en terceras personas.
Imposible.
Además es tremendamente aburrido.
Pero… ¿hay que ajustarse a normativa?
Cuando he expuesto esta idea en algún congreso o en alguna formación, algunas personas han levantado la mano y me han dicho.
Pero… ¿hay que ajustarse a normativa?
Cierto.
Hay que ajustarse a normativa. Actualmente la LOMLOE en EF.
Pero te diré algo.
Tener este marco de pensamiento de ayudar a tus alumnos, no está reñido con cumplir con la normativa.
No hay ningún tipo de fricción.
De hecho la normativa, y los criterios de evaluación, hablan de cosas cotidianas que pueden ayudar a nuestros estudiantes a tener una mejor vida.
Entonces, este marco mental no va de saltarse la normativa. Va de no perder el norte docente.
Va de no dejar que la labor administrativa le coma el pastel a la labor educativa.
De eso va.
Ejercicio sencillo en 3 pasos para programar
Ahora te propongo un ejercicio breve y sencillo de tres pasos:
- Detectas qué necesitan tus alumnos.
- Piensa en cómo puedes ayudarles a conseguir eso que consideras que necesitan.
- Planifica actividades, agrupamientos, producto final… que te ayuden a conseguir eso que buscas.
Ya está.
Prueba eso tan sencillo.
Tu próxima programación (sea una sesión, una situación de aprendizaje o una programación anual) hazla como si tuvieras delante a tus estudiantes.
Como si quisieras tenderle la mano de verdad para ayudarles.
No planifiques para cumplir. No para calificar. No para cubrirte las espaldas. No para dejar un documento precioso maquetado. No.
Hazlo como si fueran tus hijos. Y si no lo son, al menos como si fueran tuyos por un rato. Porque lo son.
Y recuerda:
No programes para terceras personas (inspector, director, jefe de estudios). Tampoco programes para ti. Programa para ayudar a tus alumnos.
¿Vas a seguir programando para pasar el trámite o para cambiar algo?
Pasa un gran día.
Kisco.
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